miércoles, 13 de agosto de 2014

Energía

Nunca había asistido a una clase de danza Butoh. Ya había visto en escena algunas interpretaciones y sentía miedo. Quizá por los procesos catárticos que observaba en los bailarines, las emociones tan desnudas, los movimientos, entre tantas cosas.
Recién y por la inquietud de forma parte en el presente encuentro de esta disciplina en México, me tocó ser parte de una clase con Carla Lobos, Actriz, Bailarina profesional de Butoh, Cirquera, Maestra y pionera del movimiento en Chile en la impartición e interpretación en esta disciplina.
Su clase estaba sobrecargada de energía comenzando por ella. Sus ojos. Su fuerza. Desde el inicio al final, la cuestión fue liberar, dejar entrar, liberar, dejar entrar. Energía, energía, abrir canales, el reconocimiento del vacío, movimiento, destrucción, abstención, gritos, locuras.
Una de las dinámicas de las que ahora me interesa profundizar y compartir, consistió en ser el ying y el yang: papá, mamá. Cuando se dio la indicación de ser madre, todos fuimos olas, fragmentos de viento, sutiles, arcos de luz, atmósferas del cordón umbilical. Al final, me di cuenta que no pude ser madre. No por la condición, sino por la falta interior. Duramos de 10 a 15 minutos en ese estado de trance. Me contuve por momentos y por otros volvía al origen. Cuando fuimos padre, la indicación fue bailar con golpes, furia, poder, fuerza. Me detuve en ratos. Observaba al resto para imitar algo que lo único que lograba detonar era coraje y frustración. Pensaba en forma y estructura. Mi padre estaba perdido. Me vi pendulando. Sin armas más que mi cuerpo y yo parada. Descalza. Intentando. Abierta de alguna manera a desprender algo incompleto. Y Carla mencionaba aprender a ser "Actor en el vacío". No había izquierda ni derecha, ni pasado ni futuro. Ella detenía su mirada fija, observándome y observando a cada uno el rostro que estaba desplomándose. Conversábamos juntas con los bloqueos internos.
Finalizado el taller, quedé suspendida en una condición huérfana. Como si estuviera columpiándome en nada y a la vez en todo. Con energía en flote. Comprendiendo "mi haber" participado brevemente en la preparación de una de las danzas más liberadoras, transgresoras y cargada en procesos de sanación.
Agradezco la danza, los encuentros, los maestros así, impulsando la locura, porque hace falta sacar la locura, hace falta que permitan abrirse al artista en todas sus posibilidades sin coreografías ni verdades absolutas o "deber ser". Que permitan caer tan profundo que al levantarse uno pueda enfrentarse a la vida y bailar, bailar, siendo nosotros mismos.

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