lunes, 11 de agosto de 2014

Otro mes. Hora de renunciar a tus fotografías que van perdiéndose entre la niebla del recuerdo. Como disco rayado que suena una y otra vez, una y otra vez, otra vez, otra. Dejarlas a los ancianos, en las velas que piden tiempo a sus años. A las luciérnagas que palpitan en todos los ciegos. A los mosquitos que habitan detrás de tus mis palabras. A las bestias que son el coraje que aprendiste en el ejército. A tus arrugas en el rostro que en realidad son tristezas. A tus oídos, que buscan las voces de los ángeles para que les hagan el amor a los muertos. Quítame los ojos. Quítame los ojos. Quítame los ojos. Quítame-los.


La persona de las fotografías, es un venado con las patas chuecas. 
Nació así por su inclinación a la vida salvaje y nómada. 
Incluso en el parto, su madre tuvo que abortarlo 3 veces y pujar depositando su dolor en una caja de música. 
Misma que utilizó posteriormente como ritual para no volver a tener hijos. 
El venado se llama Bisturí, ya que el Doctor se lo dejó atorado en el páncreas convirtiéndolo en caníbal. 
Dicho sujeto, enamoró absurdamente a esta mujer solterona, quien posee ciertas técnicas para sujetar varones con el uso de su olfato. 
Ambos, tuvieron una relación animal e intuitiva liderada por el erotismo y las convulsiones de la vida. 
Escuchaban las mismas canciones, veían las mismas películas, caminaban al mismo ritmo, decían las mismas cosas, comían exactamente igual, bailaban igual, igual, igual, igual, excepto al momento de hacer el amor. 
Ahí eran personajes místicos dispuestos a devorarse cada rezo acumulado en 1 segundo. 

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