martes, 19 de noviembre de 2013
Bienaventurados los que lloran
porque ellos serán consolados.
SAN MATEO, V.4
SAN MATEO, V.4
A
mi padre
CÓMO BUSCARTE SI ESTÁS
MÁS CERCA SIEMPRE
Cuando el candor ordene
sus tranquilas estatuas violetas.
Cuando ponga el amor
nubes blancas, inmóviles en tus hombros
redondos.
Cuando consigas la
entereza del blanco como una forma nueva
radical de paciencia,
y cuando la sangre sea la
luz más interna de todas las luces,
sé tú, llama, nieve,
nieve alcanzada, nieve herida,
penitencia del llanto,
consolación y cuita.
Cuando el agua abandone a
los trigos su reclinada ternura,
cuando el mar, sonrosado
en el atardecer tenga las manos juntas
y el temblor del instante,
cuando vivan los hombres
humildes, como astros mansos, en la
órbita de las cosas,
y cuando sólo se tiemble
de amor,
sé tú, llama, nieve,
llama nevada, nieve ardida,
celeste rosa apenas,
misericordia mía.
Cuando los ojos no te
sirvan para ver sino para asomarte a ellos.
Cuando cubra tus hombros
el éxtasis y tu mirada sea como
un musgo de campanas.
Cuando tu esperanza de
virgen convierta el mar en brisa,
y la nieve deslice su
azulada insistencia en mi oído,
sé tú, llama, nieve,
nieve gozosa, nieve viva,
absolución del blanco,
puro amor desvalido.
Cuando sepas que la fe no
es desesperación.
Cuando sientas que la
muerte es un modo de temblar sosegado.
Cuando ya no recuerdes
que es la presencia de las cosas la que
nos hace sentir la distancia,
y cuando mi soledad sea
un herido estupor,
un asombro tan vasto como
la primera mirada de un niño,
donde yo no pudiera
olvidar,
que tus ojos ayer ponían
nombre a las cosas,
sé tú, llama, nieve,
llama de sueño, nieve erguida
que deje en mis pupilas
su perfume de estatua.
Cómo buscarte si estás
más cerca siempre.
Cuando la ternura es como
un lago que nos cubre los ojos.
Cuando la inquietud no
tiene nombre porque el mirar es demasía.
Cuando el hombre se
siente definitivamente solo.
Yo tendré que decir que
te he perdido.
Elegía de Luis Rosales
Sueño
Llegué tarde. Pensé en mi apuro por
comenzar los talleres al día siguiente. Él me abrió. Me dijo
que hoy no habría reunión, que era un día de fiesta. Al entrar, sentí que los
pies flotaban y que todos estaban en mi contra dentro de su borrachera. Porque he
de decir que él no era el único, sino unas 25 personas más (exagerando). Un
tipo se acercó a mi llorando, contando no sé qué cosas pero traía una lagrima
pegada al hueso. Repentinamente decidió dormirse y lo dejé en un sillón. C, me miró y, con su eterna sonrisa, dijo, ¡hoy no hay reunión! Me abrazó con su
carisma dichoso hasta apretujarme y no me quedó más que sonreír. De ahí,
minutos borrosos. Viene a mi Y, llorando como una amapola exprimiéndose
entre mis brazos. Viste de mago. Sombrero y capa. Llora. Lo acaricio como
atravesada por su dolor. C, corre y lo abraza también. Besa su cara
completa y le dice wachito, wachito (…). Y, solloza que no puede, que ya
no. ¿Ya no qué? Pregunto. Ya no. Su mirada se nubla y se le caen los ojos
nuevamente. Paran sus cascadas y se desnuda rápidamente antes de meterse a
bañar. Como desprendiéndose la tristeza, la suciedad. Veo su cuerpo. Está partido en dos: de la cintura para abajo. La vida nos desprende y uno busca
consuelo. C, yo y 2 chicas hacemos un performance. Danzamos. Nos
divertimos.
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